Estafadores científicos



Dice Friederich Nietzsche, que lo que le preocupa de un mentiroso “no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”. Yo siento especial interés por los mentirosos, primero por lo que dice el bueno de Nietzsche; no se puede confiar en ellos. Y segundo, porque considero que deben ser personas muy inteligentes (ya sabéis los efectos colaterales de mentir: hay que seguir mintiendo como un bellaco para que todo cuadre. Y claro, eso solo lo puede hacer alguien que sea bastante listo).
De modo que en esta búsqueda personal de mentirosos, para mantenerme alejada, aterricé en el mundo de la ciencia supongo que por causalidad, pues estaba buscando al fin y al cabo, a gente inteligente (y atentos que digo CAUSAlidad, no casualidad).

Se dice que “la mentira tiene las patas muy cortas” y, bueno, imaginé que sería fácil alcanzar a los mentirosos, así que con este post pretendo mostraros los embusteros que conseguí alcanzar del mundo de la ciencia.  

Y vamos a empezar por el eslabón perdido más falso de la historia: el hombre de Piltdown. Os pongo en antecedentes, por si desconocéis la historia. La expresión eslabón perdido no es rigurosamente científica, aunque se utiliza en los medios de comunicación (tal vez en exceso, no creo que sea apropiado usar el término en estrellas) para referirse a los fósiles de formas transicionales, es decir, aquellos fósiles que marcan un cambio evolutivo del que no se tiene registro.

Este es el fósil de Ida, del que se cree que es el eslabón perdido entre los humanos y los primates.

El eslabón perdido más famoso es la pequeña Ida, un mono-lemur que vivió hace 47 millones de años y revolucionó a los científicos por ser el ancestro primate más cercano a los humanos. Ida estuvo colgada en el comedor de la casa del alemán que la encontró durante más de 20 años, pero la historia de los fósiles y sus buscadores darían para otra entrada seguramente muy curiosa y probablemente muy larga. Mejor otro día. Otros eslabones perdidos son también el Ambulocetus (transición entre mamíferos cuadrúpedos terrestres y cetáceos), el Tiktaalik y el Acanthostega (transición entre pez y tetrápodo) y, hasta hace poco se creía también que el Archaeopteryx era el eslabón perdido entre los reptiles y las aves, aunque hace algo más de un año se demostró que no y, por cierto, tuve la oportunidad de escribir sobre ello en el diario Público en un artículo que titulamos “El padre de las aves es solo un primo lejano”.   

Como veis, es frecuente equivocarse en los eslabones perdidos, porque de repente se encuentra otro fósil que es aún más transitivo y reestructura todo el linaje evolutivo. Pero lo que no puede pasar es que haya estafa, y eso fue precisamente lo que sucedió con el hombre de Piltdown.
La historia de esta estafa comenzó en Piltdown, un pueblo de Sussex en Inglaterra. Charles Dawson, arqueólogo aficionado, presentó en 1912 unos restos óseos que, según él, se los había entregado un obrero que los encontró en una cantera.
Los restos (un cráneo parcial, un diente suelto y una mandíbula con dientes) se presentaron en la Sociedad Geológica de Londres y la teoría de que se trataran de huesos del eslabón perdido entre humanos y primates, fue apoyado por el paleontólogo Smith Woodward del Museo Británico. Aunque desde su presentación generó debate, el hombre de Piltdown tenía grandes eminencias que lo defendían porque presentaba rasgos simiescos y una capacidad craneal para un gran cerebro, lo que en la época se creía que debía ser un fósil de transición (ojo, que hoy en día se ha demostrado que es todo lo opuesto; rasgos más bien humanos y capacidad craneal pequeña). Se bautizó a ese cráneo, ese diente y esa mandíbula como Eoanthropous dawsonii, obsérvese que el dawsonii hace honor a su “descubridor” Charles Dawson. El por qué de los nombres de los fósiles también daría para otro post, tal vez más hacia adelante.

Resulta que el estafador hizo tan bien su réplica que durante 45 años se creyó que el hombre de Piltdown era el eslabón perdido. Tuvo que ser un dentista quien descubriera el engaño al determinar que los dientes de la mandíbula correspondían a un orangután, el diente suelto a un mono y el cráneo, a un ser humano. Un gran remix. Para terminarlo de demostrar, se procedió al análisis del contenido en flúor, una técnica que sirve para datar el tiempo que lleva un hueso enterrado. El funcionamiento es sencillo: los huesos absorben flúor en función de la cantidad que haya en las rocas que los rodean y del tiempo que lleven enterrados. Cuanto más tiempo pasan bajo tierra, mayor es el flúor que contienen.
Los resultados mostraron una cantidad pequeña de flúor, lo que hacía entrever que llevaban poco tiempo enterrados. Y de hecho, la mandíbula era mucho más antigua que el cráneo, aunque se había hecho un tratamiento químico para unificar las diferencias en el color de los huesos. Esto demuestra que había mala intención y que, por tanto, había un mentiroso.

 Monumento erguido en honor al hombre de Piltsdown en el lugar donde se encontraron los restos.

Entre los nominados a mentirosos por el hombre de Piltsdown están Charles Dawson, Smith Woodward (fueron ambos quien lo presentaron en 1912) o Teilhard de Chardin, un paleontólogo jesuita que defendió la veracidad de los restos desde el principio. El caso es que esta mentira tuvo las patas bastante largas, anduvo durante 45 años y, lo que es aún mejor, se convirtió en un icono: en honor al falso hombre de Piltdown, se alzó un monumento en el lugar en el que teóricamente se halló.

Tan largas tuvo las patas esta mentira que incluso Mike Oldfield tituló a una sección de su obra Tubular Bells como “Piltdown man”. Esta sección responde a la petición que le hizo su discográfica, que le pedía que incluyera una parte vocal en su obra. Oldfield distorsionó su voz para que parecieran sonidos simiescos y lo tituló como el falso eslabón perdido. Aviso desde ya que los gritos del cantante no son bonitos, al menos a mí no me lo parecen.



En el pódium de mentirosos está Woo Suk Hwang, un científico surcoreano que mintió sobre haber clonado unas células madre humanas. Cuando en febrero de 2004 nuestro villano Suk Hwang declaró que había conseguido clonar células madre (¡Atentos! Con el apoyo de la prestigiosa revista Science), los asiáticos, que son muy de llevarlo todo a los extremos, crearon clubs de fans (Amo a HWS) y la prensa alababa su figura constantemente. Fue el Gangnam Style de la ciencia, solo que con PSY fingimos montar a caballo y con HWS las mujeres donaron sus óvulos para fines científicos.

 En estos momentos, Hwang Woo-suk era todavía un héroe nacional e internacional.

Poco le duró la fama a nuestro villano, porque en enero de 2006 se descubría el fraude. El gobierno de Corea del Sur había creado el primer banco mundial de células madre dirigido por Hwang Woo-suk y había invertido millones de dólares en su proyecto. Science retiró el artículo por si acaso y un comité científico se encargó de verificar los resultados. Se encontraron grandes deficiencias en los procedimientos, pruebas simuladas y datos fraudulentos. Por si faltaban pruebas, se procedió al análisis del ADN de los supuestos clones que, evidentemente, ¡no coincidía con el ADN donante!

La revista TIME le dedicó una portada a nuestro villano que tituló "El héroe caído".

HWS fue expulsado de la Universidad de Seúl, acusado de apropiación indebida de fondos públicos y privados (se calculan unos 6,4 millones de dólares que gastó en un coche de lujo y regalos para su mujer, para que luego digan que el amor no triunfa) y violación de la ley sobre bioética. A partir de aquí todo se vuelve mucho más bizarro; supongo que es lo que tienen los mentirosos, que tienen que usar más mentiras para tapar las mentiras previas. HWS declaró (best excuse ever) haberse gastado esos 6,4 millones de dólares en intentar clonar un mamut por encargo de la mafia. Toma ahí. Espero, por cierto, que esto no llegue a oídos de nuestros políticos, no vaya a ser que les dé ideas.

En la actualidad, HWS tiene una empresa de clonación de mascotas y hace feliz a aquellos propietarios que se niegan a perder a su perrito, a su canario o a su cerdo vietnamita.

En la actualidad, HWS tiene una empresa de clonación de mascotas.
El último villano del que os voy a hablar hoy – hay muchos más pero esto sería eterno – se trata de Joe Newman, el hombre que nunca inventó la máquina del movimiento perpetuo. Bueno, sí que la inventó, pero resultó ser un fraude, como todos los sucesos de este post.
El móvil perpetuo se trata de una utopía, una máquina perfecta que debería funcionar eternamente tras un impulso inicial, es decir, sin necesidad de energía externa más que para empezar. Para los que andéis flojitos de Física, como yo, este objeto hipotético se basa en la idea de la conservación de la energía [por el que la cantidad de energía de un sistema aislado permanece invariable con el tiempo].

 Este mecanismo es un buen ejemplo del ideal de la conservación de la energía. No debería detenerse nunca.

El motivo por el que este objeto se considera imposible es por la segunda ley de la termodinámica [la cantidad de entropía del universo tiende a aumentar con el tiempo] y ahí es donde sucede la contradicción. Sin embargo, Newman aseguró haber conseguido la máquina eterna que consistía en un motor eléctrico alimentado por una corriente directa que se trataba de un rotor conectado a una pila con imanes permanentes rodeado por amplios giros de bobina electromagnética. Según su inventor, la energía que entraba era igual a la que salía, lo que lo mantenía en un flujo constante, una máquina que funcionaría eternamente. Y así la presentó en sociedad a finales de 1970.
La máquina teóricamente eterna de Newman tenía este aspecto.

Cuando en 1980, Newman decidió patentar el dispositivo, la Oficina de Patentes de los Estados Unidos le denegó el permiso. La institución había realizado un análisis del que resultó que la potencia de entrada era mayor a la potencia de salida, de modo que no había mantenimiento de energía de ningún tipo sino que, como era normal, se consumía en la máquina. Newman lo negó, alegando que era debido a que los ensayos se realizaban con el motor conectado a tierra, lo que disipaba la energía supuestamente creada por la máquina. Hoy en día existe un grupo bastante amplio que tacha de pseudocientífico al mentirosillo de Newman. La diferencia de nuestro último villano es que la intención de su estafa no está tan clara como en los otros casos. Y que, por supuesto, no se lucró a costa de ello, lo que por lo menos, le honra.

¿Conocéis algún otro estafador del mundo de la ciencia? 

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